Entradas de escritores consagrados importadas desde lasletrasylasangre.blogspot.com a partir del 18 de Febrero de 2013. En tanto mis delirios literarios seguirán allí.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Poemas de ensueño: "El arte de narrar" de Juan José Saer


Llamamos libros
al sedimento oscuro de una explosión
que cegó, en la mañana del mundo,
los ojos y la mente y encaminó la mano
rápida, pura, a almacenar
recuerdos falsos
para memorias verdaderas.
Construcción
irrisoria, que horadan los ojos del que lee
buscando, ávidos, en el revés del tejido férreo,
lo que ya han visto y que no está
Porque estas horas
de decepción, que alimenta la rosa
del porvenir donde la vieja rosa marchita
persevera, no quedarán
tampoco entre sus pétalos,
flor de niebla, olvido hecho de recuerdos retrógrados,
rosa real de lo narrado
que a la rosa gentil de los jardines del tiempo
disemina
   y devora.


                                       Juan José Saer

sábado, 30 de noviembre de 2013

Poemas de ensueño: "Pájaro azul" de Charles Bukowski


Pájaro azul

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que esté ahí dentro.

hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
hacerme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.

luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?

lunes, 14 de octubre de 2013

Poemas de ensueño: "El amenazado" de Jorge Luis Borges




Es el amor. Tendré que ocultarme o huir. 
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. 
La hermosa máscara ha cambiado, 
pero como siempre es la única. 
¿De qué me servirán mis talismanes: 
el ejercicio de las letras, 
la vaga erudición, 
el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte 
para cantar sus mares y sus espadas, 
la serena amistad, 
las galería de las bibliotecas, 
las cosas comunes, 
los hábitos, 
el joven amor de mi madre, 
la sombra militar de mis muertos, 
la noche intemporal, 
el sabor del sueño? 
Estar contigo o no estar contigo, 
es la medida de mi tiempo. 
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, 
ya el hombre se levanta a la voz del ave, 
ya se han oscurecido los que miran por la ventana, 
pero la sombra no ha traído la paz. 
Es, ya lo sé, el amor: 
la ansiedad y el alivio de oír tu voz, 
la espera y la memoria, 
el horror de vivir en lo sucesivo. 
Es el amor con sus mitologías, 
con su pequeñas magias inútiles. 
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. 
Ya los ejércitos que cercan, las hordas. 
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto) 
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.


sábado, 7 de septiembre de 2013

Poemas de ensueño: "A una mujer" de Julio Cortázar


A una mujer

No hay que llorar porque las plantas crecen en tu balcón, 
no hay que estar triste 
si una vez más la rubia carrera de las nubes te reitera lo inmóvil,
ese permanecer en tanta fuga. Porque la nube estará ahí,
constante en su inconstancia cuando tú, cuando yo 
-pero por qué nombrar el polvo y la ceniza. 
Sí, nos equivocábamos creyendo que el paso por el día
era lo efímero, el agua que resbala por las hojas hasta hundirse en la tierra.

Sólo dura la efímero, esa estúpida planta que ignora la tortuga, 
esa blanda tortuga que tantea en la eternidad con ojos huecos, 
y el sonido sin música, la palabra sin canto, la cópula sin grito de agonía, 
las torres del maíz, los ciegos montes.
Nosotros, maniatados a una conciencia que es el tiempo,
no nos movemos del terror y la delicia,
y sus verdugos delicadamente nos arrancan los párpados
para dejarnos ver sin tregua cómo crecen las plantas del balcón, 
cómo corren las nubes al futuro.

¿Qué quiere decir esto? Nada, una taza de té.
No hay drama en el murmullo, y tú eres la silueta de papel
que las tijeras van salvando de lo informe: oh vanidad de creer
que se nace o se muere, 
cuando lo único real es el hueco que queda en el papel, 
el golem que nos sigue sollozando en sueños y en olvido.

jueves, 8 de agosto de 2013

Poemas de ensueño: Rubaiyyat - de Omar Khayyam



1. La aurora: felicidad y pureza. Un inmenso rubí cintila en cada copa.
Coge dos ramas de sándalo: haz con una de ellas un laúd y deja que
la otra te perfume.

2. El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo... En el aire de cristal se 
desgrana el canto del último ruiseñor... El aroma del vino es más 
suave... ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora 
sueñan con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera, 
amada mía! 

3. Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice que ya las 
violetas desplegaron su espléndido ropaje, sólo es digno de vivir 
quien contempla a una joven dormida, coge su copa, la apura, y la 
arroja después. 

4 .Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora. 
Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche. 

5. Consagra, a las luces del alba, tu copa de vino, que semeja un
tulipán de primavera; consagra, a la risa de un adolescente, tu copa
de vino, que recuerda su boca. Bebe, y olvida que el puño del dolor
se abatirá bien pronto sobre ti.

6. Ese vapor sutil que envuelve las rosas, ¿es una voluta de perfume o 
el débil amparo que les dejó la bruma. Tu cabellera, caída sobre tu 
rostro, ¿es la noche que tus miradas van a disipar. ¡Despierta,
amada mía, el sol dora nuestras copas! ¡Bebamos 

7. Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de
tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia; cuando el 
resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin 
aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño. 

8. Noche; silencio. Inmovilidad de las ramas y del pensamiento. Una 
rosa, imagen de tu efímera belleza, deja caer con lentitud sus 
pétalos. ¿En dónde estarás ahora, tú que me ofreciste el vaso que no 
dejo de beber. Estoy seguro de que ninguna flor se deshoja cerca de
aquél cuya sed apagas, y te ves privada del amargo placer con que 
sólo yo he sabido embriagarte. 

9. Dejan caer las estrellas sus pétalos de oro. No sé cómo no han 
tapizado mi jardín. Así como el cielo vuelca sus rosas sobre la tierra, 
vierto en mi copa el rosado vino. 

10. Brisas de primavera acarician los pétalos de las rosas. En la sombra
azul del jardín, besan también el rostro de mi amada. A pesar de la 
felicidad que tuvimos, no añoro el pasado. ¡Es tan honda la dulzura 
del presente! 

11. Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, procura ser feliz 
hoy. Coge un ánfora de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe,
mientras te dices que quizás mañana te busque, en vano, el astro de 
la noche. 

12. El viento del sur marchitó las rosas que loaba, en sus cantos, el
ruiseñor. ¿Habrá que llorar por ellas o por nosotros. Cuando la 
muerte marchite nuestras mejillas, otras rosas se abrirán. 

13. Bien sabes que no tienes ningún poder sobre el destino, ¿por qué la
incertidumbre del mañana motiva tu ansiedad. Si eres prudente,
goza el momento que pasa; lo futuro, ¿qué encerrará. 

14. Caeremos en la ruta del amor, y nos pisoteará el destino. ¡Oh, mi 
pequeñuela! ¡Oh, mi preciosa copa! Levántate, y dame tus labios,
antes de que me convierta en polvo. 

15. ¿Sabes lo que te puede acontecer mañana. Ten confianza, pues, de
lo contrario, no dejará el infortunio de justificar tus temores. No te
apegues a nada. No interrogues los libros ni a los hombres: él
destino es inescrutable. 

16. ¡Cuán débil es el hombre! ¡Qué ineluctable el destino! Faltamos a
nuestros juramentos, y la deshonra nos es indiferente. Yo mismo, a
menudo, obro como un insensato; mas tengo la disculpa de estar
enamorado. 

17. Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu
destino. Supongamos que hayas arrancado a la verdad todos sus
velos, ¿cuál es tu destino. Supongamos que hayas vivido feliz cien
años, y vayas a vivir aún cien años más, ¿cuál es tu destino. 

18. La verdad y el error, la certeza y la duda, no son sino palabras 
huecas como pompas de jabón. Irisadas o grises, esas burbujas son
la imagen fiel de nuestra vida. 

19. Todo el mundo quisiera marchar por la senda del conocimiento.
Unos la buscan afanosamente; otros dicen haberla encontrado ya.
Mas un día una voz clamará: "No hay ruta ni sendero." 

20. El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de 
los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los
siete climas: sombras. El fruto de tu continua meditación: nada.

21. Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas
negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus
días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al 
polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que 
la vid te consuele.

22. Gira la ruleta, indiferente al cálculo de los sabios. Renuncia al
esfuerzo vano de contar las estrellas. Medita más bien en esta
verdad: habrás de morir, no soñarás más, y los gusanos de la
tumba, o los perros vagabundos se disputarán tus despojos. 

23. Los sabios de mayor renombre caminaron en las tinieblas de la
ignorancia; fueron, sin embargo, las lumbreras de su tiempo. ¿Su
obra. Dijeron unas cuantas palabras confusas y se quedaron, 
después, profundamente dormidos. 

24. ¡Si supieras cuán poco me interesan los cuatro elementos de la
naturaleza y las cinco facultades del hombre! ¿Dices que algunos
filósofos griegos podían proponer hasta cien enigmas a sus oyentes.
Mi indiferencia a este respecto es absoluta. Trae vino, coge un laúd, 
y deja que sus modulaciones nos recuerden las de la brisa que pasa 
como nosotros. 

25. Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios 
rojos ni vino perfumado; tampoco habrá ni penas ni alegrías, ni
auroras ni crepúsculos. El universo se aniquilará, puesto que su
realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento. 

26. Confórmate con saber, únicamente, que todo es misterio; la creación
del mundo y la tuya, el destino del universo y tu suerte. Sonríe ante 
estos enigmas como ante un peligro que desdeñaras. No creas que
lograrás saber algo al franquear el umbral de las tinieblas. ¡Paz a
los hombres en el negro silencio del más allá! 

27. En la vida son felices, únicamente, los que se creen sabios o quienes
no se preocupan por la sabiduría. He sondeado todos los enigmas
del universo, y torno a mis soledades envidiando a los ciegos que 
encuentro en el camino. 

28. Tuve maestros eminentes y me vanaglorié de mis triunfos. Al 
recordar lo sabio que era, pienso en el agua que toma la forma del 
vaso que la contiene, o en el humo que disipa el viento. 

29. ¡Ignorante que te crees sabio y te debates entre dos infinitos: el 
pasado y el futuro! Quisieras poner entre ambos una mojonera y
sentarte allí a descansar. Mejor es que busques la sombra de un 
árbol y un ánfora de vino, y trates de olvidar tu impotencia. 

30. Si bien aprendí multitud de cosas, también olvidé muchas otras de
buena gana. Tenía un lugar en mi cabeza para cada cosa: lo que 
estaba a la izquierda no podía hallarse a la derecha. Sólo alcancé la
paz definitiva el día en que abandoné todo con desprecio y pude
comprender, al fin, que no se puede afirmar ni negar nada. 

31. Para el sabio, la tristeza y la alegría son semejantes, lo mismo que
el bien y el mal; para el sabio, todo lo que tuvo principio debe tener
también fin. Considera, por tanto, si hay razón para que te alegres
con la ventura que llega, o te entristezcas con la desgracia que no
esperabas. 

32. Convéncete bien de esta verdad: un día tu alma se desprenderá de
tu cuerpo, y serás arrojado tras el velo que flota entre el universo y
lo desconocido. Mientras tanto, sé feliz: no sabes de dónde vienes; 
ignoras a dónde vas. 

33. La vida es un juego monótono en el que sólo puedes ganar dos cosas: 
el dolor y la muerte. ¡Dichoso aquél que expiró el mismo día de su 
nacimiento! ¡Y más dichoso aún el que no ha nacido! 

34. No busques la felicidad: la vida es breve como un suspiro.
Convertidos en polvo, flotan, en el molino que contemplas, Jamshyd
y Kaikobad. El universo es un espejismo; la vida, un sueño. 

35. Pasa la vida cual rápida caravana. Detén tu marcha y trata de ser
feliz. ¿Por qué te afliges, pequeña mía. Dame vino; la noche se
acerca. 

36. Deléitate con todos los perfumes, colores y melodías; acaricia a
todas las mujeres. Repítete que la vida es corta, y que bien pronto
volverás al polvo, así seas el agua de Zemzem o de Selsebil. 

37. Aspirar a la paz aquí abajo: locura; creer en el eterno reposo: locura.
Después de la muerte, tu sueño será breve, y habrás de renacer en
un puñado de hierba pisoteada por el viandante o en una flor que el
sol marchitará. 

38. Me pregunto qué es, en verdad, lo que poseo, qué subsistirá de mí 
cuando haya muerto. La vida es breve como un suspiro. Llamas que 
el viajero olvida, cenizas que dispersa el viento: he ahí la vida del 
hombre. 

39. ¡Bebedor, urna inmensa! Ignoro quién te modeló; sólo sé que puedes
contener tres medidas de vino y que mañana te romperá la muerte. 
Entonces me preguntaré, con mayor afán, para qué fuiste creado,
por qué fuiste dichoso y hoy no eres ya sino un puñado de polvo. 

40. No trates de encontrar amigos en la mundana feria que atraviesas; 
no busques más un asilo seguro. Soporta con entereza el dolor y no
suspires por un remedio que no has de hallar. Sonríe en el
infortunio y no esperes de nadie una sonrisa: perderías el tiempo. 

41. Hace ya mucho tiempo que mi juventud fue a reunirse con todas las
cosas muertas. Yaces hoy, primavera de mi vida, junto con las
primaveras de antaño. ¡Oh, juventud mía; pasaste sin darme
cuenta! Te fuiste desvaneciendo insensiblemente, como la dulzura 
de la florida estación.

42. En Primavera, suelo irme a sentar en el lindero de algún campo
florido. Si alguna hermosa doncella me ofrece entonces un ánfora de 
vino, no pienso en mi salvación: si tal cosa me preocupara, sería 
más indigno que un perro. 

43. ¿Para qué encender las lámparas, si los huéspedes se han quedado
dormidos. Veo lo suficiente para notar su palidez. Así estarán, 
extendidos y yertos, en la noche del sepulcro. ¿Para qué encender
las lámparas, si no hay aurora entre los muertos. 

44. El vino es color de rosa. Quizás no sea la sangre de la vid, sino la 
sangre de las rosas. Tal vez la copa en que bebes no es sino azur 
congelado. Quizás la noche no es sino el párpado del día. 

45. ¡Todos los reinos de la tierra por un vaso de vino! ¡Toda la ciencia de 
los hombres por la suave fragancia del mosto fermentado! ¡Todas las
canciones de amor por el grato murmullo del vino que llena 
nuestras copas! 

46. De la felicidad no conocemos sino el nombre. Nuestro más viejo
amigo es el vino nuevo. Acaricia con tus ojos y tus manos el único
bien verdadero: el ánfora llena del jugo de la vid. 

47. Prefiero, a las riquezas del Khorassan, al poderío de Kaikhosru y a 
la gloria de Kaikobad, un ánfora de vino. Estimo al amante que
gime de placer y desprecio al hipócrita que murmura una plegaria.

48. Los hombres leen alguna vez el Corán, que es la sabiduría suprema, 
¿mas quién se deleita con sus enseñanzas. En el borde de cada copa
hay una máxima profunda que todos debemos saborear.

49. Sabios y retóricos abandonaron la existencia sin lograr ponerse de
acuerdo sobre el ser y el no ser. ¡Hermanos míos en ignorancia: 
seguid gustando el zumo de la vid y dejad a esos hombres ilustres 
contentarse con pasas! 

50. Siéntate y bebe: gozarás de una felicidad que no conoció Mahmud. 
Escucha las melodías de los amantes: son los verdaderos salmos de 
David. No te hundas en el pasado ni atisbes el porvenir. Que tu 
pensamiento no vuele más allá de la hora presente: he aquí el 
secreto de la verdadera paz. 

51. ¿Nuestro tesoro. El vino. ¿Nuestro palacio. La taberna. ¿Nuestros
fieles amigos. La sed y la embriaguez. Ignoramos la inquietud
porque sabemos que nuestras almas, lo mismo que nuestras copas y
trajes mancillados, no tienen que temer ni el polvo ni el agua ni el 
fuego. 

52. Nada me interesa ya: levántate y dame vino. Esta noche, tu boca es
la más bella flor del universo. ¡Vino! ¡Vino rosado como tus mejillas!
Y que mis remordimientos sean tan leves como tus rizos. 

53. ¿Piensas en tus antepasados. Son polvo con el polvo confundido.
¿Hablas de sus méritos. Mírame sonreír. Toma este ánfora y
bebamos, escuchando, sin inquietudes, el vasto silencio del 
universo. 

54. No me interesa saber dónde podría comprar el manto de la astucia o 
de la mentira, mas ando siempre en busca de buen vino. Ha nevado
en mis cabellos, y aprovecho la ocasión de ser feliz hoy porque 
mañana me faltarán las fuerzas. 

55. Bebo vino como las raíces del saúz la clara linfa del torrente. "No
hay más Dios que Alá - dices - sólo Él lo sabe todo". Entonces, al 
crearme, no ignoraba que tendría que beber. Si no lo hiciera así,
fallaría la sabiduría de Alá. 

56. Escondo mi tristeza, como los pájaros heridos que se ocultan para
morir. ¡Vino! Escuchad mis bromas. ¡Vino, música, y tu indiferencia
para mi tristeza, amada mía!

57.¡Qué mezquino el corazón que no sabe amar! Si no estás enamorado, 
¿cómo puedes gozar con la deslumbrante luz del sol o la suave
claridad de la luna. 

58. Soy viejo, y mi pasión por ti me lleva a la tumba, pues no dejo de
beber vino de palmera. El amor me ha quitado la razón y deshoja el 
tiempo, sin piedad, la bella rosa que tenía. 

59. ¡Oh, tú, cuyo rostro de estatuilla china causa envidia a las rosas 
silvestres! ¿Sabes que tus ojos aterciopelados han vuelto al rey de 
Babilonia semejante a un alfil que retrocede ante la reina. 

60. No ves sino las apariencias de las cosas; te das cuenta de tu
ignorancia y, sin embargo, no renuncias a amar. Deberías saber que 
Alá nos ha dado el amor como nos dio ciertas plantas venenosas. 

61. ¿Eres desgraciado. No pienses en tu dolor y no sufrirás más. Si tu
pena es muy honda, piensa en los seres que han sufrido antes que 
tú desde la creación del mundo. Busca una mujer de níveos senos y 
guárdate de amarla; y que ella sea también incapaz de amarte a ti. 

62. ¿Qué es preferible: sentarse en una taberna, y hacer después un 
examen de conciencia, o prosternarse en una mezquita, con el alma
seca. No me interesa saber si existe un Todopoderoso o no, ni lo que 
pueda hacer conmigo, llegado el caso.

63. Nos diste ojos, Señor, y permites que la belleza de tus criaturas nos
deslumbre; podemos ser dichosos y pretendes que renunciemos a los
goces de este mundo. ¡Mas esto es tan insensato como querer 
invertir una copa sin derramar el vino que contiene! 

64. ¿Qué haré hoy?. ¿Iré a la taberna o a sentarme en algún jardín, bajo
la sombra de un árbol. ¿Me inclinaré sobre un viejo libro?. Un pájaro
cruza el espacio, ¿a dónde irá?. Ya lo he perdido de vista. 
Embriaguez de un pájaro en el azul tórrido! ¡Melancolía de un
hombre en la fresca sombra de una mezquita! 

65. Toma la firme resolución de no contemplar más el cielo; rodéate de
hermosas mujeres y acarícialas. ¿Dudas acaso?. Muchos creyentes,
antes que tú, pronunciaron férvidas plegarias. Partieron ya, y ni
siquiera sabes si Alá los escuchó. 

66. "Alá es grande". Este grito del muecín se me antoja una enorme
queja. ¿Será, acaso, que la tierra gime diariamente cinco veces ante
la indiferencia de su Creador. 

67. Si quieres tener la magnífica soledad de las estrellas y las rosas,
rompe tus lazos con los hombres y aléjate de todas las mujeres. No
te acojas a nadie; no alivies ningún dolor ni participes en ningún
festín. 

68. Olvida que deberías haber sido recompensado ayer y no lo fuiste.
¡Qué importa, sé feliz! No eches de menos ninguna cosa ni esperes 
nada tampoco. Lo que ha de suceder, escrito está en el libro que 
hojea, al azar, el viento de la eternidad. 

69. No siento ningún temor por la muerte: prefiero este trance doloroso 
al sino ineluctable que me fue impuesto el día de mi nacimiento. 
¿Qué es la vida. Un bien que me confiaron sin pedirlo, y que habré 
de volver con indiferencia. 

70. La luna de Ramadán acaba de salir. Mañana, el sol bañará la 
ciudad silenciosa. Los vinos dormirán en las ánforas y las doncellas 
en la sombra de la espesura. 

71. Mira y escucha. Una rosa tiembla, agitada por la brisa, y el ruiseñor 
le canta un himno apasionado; una nube se detiene. Bebamos, y
olvidemos que la brisa deshojar á la rosa, se llevará el canto del 
ruiseñor, y arrastrará la nube que nos brinda su sombra. 

72. Dirige la mirada a tu alrededor: no verás sino desolación y angustia. 
Tus mejores amigos han muerto y la tristeza es tu sola compañía. 
Mas levanta la cabeza y extiende tus manos: coge todo lo que desees 
y puedas conseguir. El pasado es un cadáver que debes sepultar.


                                                                  Traducción anónima.

lunes, 22 de julio de 2013

Poemas de ensueño: "Acelerando" de José Hierro



Aquí, en este momento, termina todo,
se detiene la vida. Han florecido luces amarillas
a nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa
cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento.
Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
en la noche, jadeando en la hierba,
trayendo en hilos aroma de las nubes,
poniendo en nuestra carne su dentadura fresca.
Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro
porque eran miles de kilómetros
los que nos separaban de las olas,
y lo peor, miles de días pasados y futuros nos separaban.
Descendían en la sombra las escaleras.
Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. «Ya es hora
-dije yo-, ya es hora de volver a tu casa.»
Ya es hora. En el portal, «Espera», me dijo. Regresó
vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Nos esperaban en la iglesia. «Mujer te doy.» Bajamos
las gradas del altar. El armonio sonaba.
Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
Y ella y yo solos, con harapos de sol y de humedad.
«¿Dónde, dónde la noche aquella, la de ayer...?», preguntábamos
al subir a la casa, abrir la puerta, oír al niño que salía
con su poco de sombra con estrellas,
su agua de luces navegantes,
sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
una vez más en la mejilla de ella. Besé hondamente.
Los gusanos labraron tercamente su piel. Al retirarme
lo vi. Qué importa, corazón. La música encendida,
y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de una flor
gris que giraba en torno vertiginosa.
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas de la lluvia.
Los niños -quiénes son, que hace un instante
no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de risa:
«Qué ridículos, papá, mamá». «A la cama», les dije
con ira y pena. Silencio. Yo besé
la frente de ella, los ojos con arrugas
cada vez más profundas. ¿Dónde la noche aquella,
en qué lugar del universo se halla? «Has sido duro
con los niños.» Abrí la habitación de los pequeños,
volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban afeitándose.
Ellas salían con sus trajes de novia. Se marcharon
los niños -¿por qué digo los niños?- con su amor,
con sus noches de estrellas, con sus mares azules,
con sus remordimientos, con sus cuchillos de buscar
bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
dónde el mar... Qué ridículo todo: este momento detenido,
este disco que gira y gira en el silencio,
consumida su música...


                                         De "Libro de las alucinaciones" -1964-
                                                       
                                           

domingo, 14 de julio de 2013

Párrafos de ensueño: fragmento de la novela «El lobo estepario» de Hermann Hesse



        Fingiendo alegría me puse a trotar sobre el asfalto de las calles, húmedo por la niebla. Las luces de los faroles, lacrimosas y empañadas, miraban a través de la blanda opacidad y absorbían del suelo mojado los difusos reflejos. Se me representaron mis años olvidados de la juventud; cuánto me gustaban entonces aquellas noches turbias y sombrías de fines de otoño y del invierno; cuán ávido y embriagado aspiraba entonces el ambiente de soledad y melancolía, correteando hasta medianoche por la naturaleza hostil y sin hojas, embutido en el gabán y bajo la lluvia y tormenta, solo ya en aquella época también, pero lleno de profunda complacencia y de versos, que después en mi alcoba escribía a la luz de la vela y sentado sobre el borde de la cama. Ahora ya esto había pasado, este cáliz había sido apurado, y ya no me lo volverían a llenar. ¿Había que lamentarlo? No. No había que lamentar nada de lo pasado. Era de lamentar lo de ahora, lo de hoy, todas estas horas y días que yo iba perdiendo, que yo en mi soledad iba sufriendo, que ya no traían ni dones agradables ni conmociones profundas. Pero, gracias a Dios, no dejaba también de haber excepciones: a veces, aunque raras, había también horas que traían hondas sacudidas y dones divinos, horas demoledoras, que a mí, extraviado, volvían a transportarme junto al palpitante corazón del mundo. Triste y sin embargo, estimulado en lo más íntimo, procuré acordarme del último suceso de esta clase. Fue en un concierto. Tocaban una antigua y magnífica música. Entonces entre dos compases de un pasaje pianísimo tocado por oboes, se me había vuelto a abrir de repente la puerta del más allá, había cruzado los cielos y vi a Dios en su tarea, sufrí dolores bienaventurados y ya no había de oponer resistencia a nada en el mundo, ni de temer tampoco nada, había de afirmarlo todo y de entregar a todo mi corazón. No duró mucho tiempo, acaso un cuarto de hora; volvió en sueños aquella noche, y desde entonces, a través de los días de tristeza surgía radiante alguna que otra vez de un modo furtivo; lo veía a veces cruzar claramente por mi vida durante algunos minutos, como una huella de oro, divina, envuelta casi siempre profundamente en cieno y polvo, brillar luego otra vez con chispas de oro, pareciendo que no había de perderse ya nunca, sin embargo, perdida pronto otra vez en los profundos abismos. Una vez por la noche ocurrió que, estando despierto en la cama, empecé súbitamente a recitar versos, versos demasiado bellos, demasiado singulares para que yo hubiera podido pensar en escribirlos, versos que a la mañana siguiente ya no recordaba y que, sin embargo, estaban guardados en mí como la nuez sana y hermosa dentro de una cáscara rugosa y vieja. Otra vez tomó la visión con la lectura de un poeta, con la meditación sobre un pensamiento de Descartes o de Pascal; aun en otra ocasión volvió a surgir, estando un día con mi amada, y a conducirme más adentro en el cielo. ¡Ah, es difícil encontrar esa huella de Dios en medio de esta vida que llevamos, en medio de este siglo tan contentadizo, tan burgués, tan falto de espiritualidad, a la vista de estas arquitecturas, de estos negocios, de esta política, de estos hombres! ¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos placeres me llama la atención? No puedo aguantar mucho tiempo ni en un teatro ni en un cine; apenas puedo leer un periódico, rara vez un libro moderno; no puedo comprender qué clase de placer y alegría buscan los hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de gente oyendo música fastidiosa y pesada; en los bares y varietés de las elegantes ciudades lujosas, en las exposiciones universales, en las carreras, en las conferencias para los necesitados de ilustración, en los grandes locales deportivos; no puedo entender ni compartir todos esos placeres, que a mí me serían desde luego asequibles y por los que tantos millares de personas se afanan y agitan. Y lo que, por el contrario, me sucede a mí en las raras horas de placer, lo que para mí es delicia, suceso, elevación y éxtasis, eso no lo conoce, ni lo ama, ni lo busca el mundo más que si acaso en las novelas; en la vida, lo considera una locura. Y en efecto, si el mundo tiene razón, entonces soy yo el que no la tiene, entonces es verdad que estoy loco, entonces soy efectivamente el lobo estepario que tantas veces me he llamado, la bestia descarriada en un mundo que le es extraño e incomprensible, que ya no encuentra ni su hogar, ni su ambiente, ni su alimento. 





                                                                         

sábado, 22 de junio de 2013

Poemas de ensueño: "Sucio, malvestido" de Roberto Bolaño




En el camino de los perros mi alma encontró 
a mi corazón. Destrozado, pero vivo, 
sucio, mal vestido y lleno de amor. 
En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie. 
Un camino que sólo recorren los poetas 
cuando ya no les queda nada por hacer. 
¡Pero yo tenía tantas cosas que hacer todavía! 
Y sin embargo allí estaba: haciéndome matar 
por las hormigas rojas y también 
por las hormigas negras, recorriendo las aldeas 
vacías: el espanto que se elevaba 
hasta tocar las estrellas. 
Un chileno educado en México lo puede soportar todo, 
pensaba, pero no era verdad. 
Por las noches mi corazón lloraba. El río del ser, decían 
unos labios afiebrados que luego descubrí eran los míos, 
el río del ser, el río del ser, el éxtasis 
que se pliega en la ribera de estas aldeas abandonadas. 
Sumulistas y teólogos, adivinadores 
y salteadores de caminos emergieron 
como realidades acuáticas en medio de una realidad metálica. 
Sólo la fiebre y la poesía provocan visiones. 
Sólo el amor y la memoria. 
No estos caminos ni estas llanuras.
No estos laberintos.
Hasta que por fin mi alma encontró a mi corazón.
Estaba enfermo, es cierto, pero estaba vivo. 


                                                                     Roberto Bolaño

sábado, 1 de junio de 2013

Poemas de ensueño: "El niño de la noche" de Miguel Hernández


    Riéndose, burlándose con claridad del día,
    se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces.
    No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría
    más de aquellos silencios y aquellas lobregueces.

    Quise ser ... ¿Para qué? ... Quise llegar gozoso
    al centro de la esfera de todo lo que existe.
    Quise llevar la risa como lo más hermoso.
    He muerto sonriendo serenamente triste.

    Niño dos veces niño: tres veces venidero.
    Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre.
    Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero
    salir donde la luz su gran tristeza encuentre.

    Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia.
    Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre.
    En una sensitiva sombra de transparencia,
    en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre.

    Vientre: carne central de todo lo existente.
    Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura.
    Noche final en cuya profundidad se siente
    la voz de las raíces y el soplo de la altura.

    Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia.
    Mi cuerpo en una densa constelación gravita.
    El universo agolpa su errante resonancia
    allí, donde la historia del hombre ha sido escrita.

    Mirar, y ver en torno la soledad, el monte,
    el mar, por la ventana de un corazón entero
    que ayer se acongojaba de no ser horizonte
    abierto a un mundo menos mudable y pasajero.

    Acumular la piedra y el niño para nada:
    para vivir sin alas y oscuramente un día.
    Pirámide de sal temible y limitada,
    sin fuego ni frescura. No. Vuelve, vida mía.

    Mas, algo me ha empujado desesperadamente.
    Caigo en la madrugada del tiempo, del pasado.
    Me arrojan de la noche. Y ante la luz hiriente
    vuelvo a llorar, desnudo como siempre he llorado.

sábado, 18 de mayo de 2013

Texto surrealista - por Antonin Artaud (1925)

 
  El mundo físico todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.
Pero algo sucedió de golpe.
Nació una aborrecencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los seno, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.
Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado.
Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras, fuegos terrestres, trombas de leche.
La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.

lunes, 13 de mayo de 2013

Poemas de ensueño: "El despertar" de Alejandra Pizarnik

El despertar



                           A León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo

De "Las aventuras perdidas" 1958.

lunes, 29 de abril de 2013

Poemas de ensueño: «Lo que pasa» de Juan Gelman




Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo 
                                                       como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.


                                                                                   Juan Gelman

domingo, 21 de abril de 2013

Frases de ensueño: Acerca de "la mujer como poseedora de la doble visión" de Jules Michelet - del libro "La sorcière" (La bruja - 1862)



El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña; es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la segunda visión, las alas
que le permiten volar hacia el infinito del deseo y de la imaginación... Los dioses son como los hombres: 
nacen y mueren sobre el pecho de una mujer...

                         JULES MICHELET



* Insertado como epígrafe en la novela corta "Aura" de Carlos Fuentes.

lunes, 8 de abril de 2013

Frases de ensueño: Acerca de la contradicción - de "Del sentimiento trágico de la vida" (1913) - Miguel de Unamuno

Alguien podrá ver un fondo de contradicción en todo cuanto voy diciendo, anhelando unas veces la vida inacabable, y diciendo otras que esa vida no tiene el valor que se le da. ¿Contradicción? ¡Ya lo creo! ¡La de mi corazón, que dice que sí, mi cabeza, que dice no! Contradicción, naturalmente. ¿Quién no recuerda aquellas palabras del Evangelio: «¡Señor, creo; ayuda a mi incredulidad!»? ¡Contradicción!, ¡naturalmente! Como que sólo vivimos de contradicciones, y por ellas; como que la vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción.

                                                                             Miguel de Unamuno


Adjunto un video que me ha parecido muy interesante sobre este grande y universal español, enorme paladín de las letras y las ideas: 

martes, 2 de abril de 2013

Poemas de ensueño: "Los ángeles del mar" - del libro: Adagio mediterráneo - de Antonio Porpetta.


Hace tan sólo unas semanas atrás, tuve el inmenso placer de que mi navío errante de internauta me condujese –gracias al ondular de las inextricables olas salobres del destino- hacia las bellísimas costas de la web de don Antonio Porpetta. Allí anclé mi nave, y allí me emocioné, y allí me reí… allí volví a gozar de la alta poesía, y volví a llorar… No recuerdo en lo personal, sinceramente, haber pasado por una experiencia de goce poético semejante desde aquel pretérito descubrimiento de la poesía de Pablo Neruda. Sé que no exagero. Sé, además, que luego de una concienzuda lectura de todos los poemas que habitan la web de don Antonio, seleccionar un poema en particular (es costumbre de este blog seleccionar una única obra por entrada)  no me fue fácil. Querría subirlos a todos… Pero, como tengo la responsabilidad de mantener cierto criterio en los formatos –es menester respetar a los lectores- , he tenido que acometer la sacrílega tarea de decantarme por un único poema. Me he valido para tal fin de un video que está subido en la misma web de Porpetta -al que enlazaré al pie-, en donde el autor, en medio de una imperdible entrevista, nos deleita con el recitado de los versos elegidos para esta entrada: recomiendo sobremanera tomarse el tiempo para degustar el video. No tiene desperdicio.

(Soy consciente que –por obvias razones- la web de don Antonio posee infinitamente más seguidores que ésta, pero -a modo de agradecimiento personal por todo lo antedicho-, si de alguna manera esta entrada logra sumar algún nuevo admirado lector de sus versos, mi tarea está cumplida. A él, a don Porpetta, todavía tengo la oportunidad de agradecerle tantos disfrutes –la mayoría de mis otros maestros están navegando por los mares del recuerdo, mas nunca del olvido.)


A acomodarse en la inasible pero excelsa butaca del deleite poético…

Sin más dilaciones, los dejo junto a:


LOS ÁNGELES DEL MAR
(De “Adagio mediterráneo”)

Los ángeles del mar, cuando llega la noche,
arrastran suavemente a los ahogados
hasta playas amigas,
y allí limpian sus cuerpos de algas y medusas
y peinan su cabellos con esmero
para que no parezcan tan difuntos
y sus madres, al verlos,
                                                no piensen en la muerte.
A veces depositan sobre sus pobres párpados
dos denarios de plata recogidos
de algún pecio profundo
para borrar el miedo de sus ojos
y que el asombro vuelva a sus pupilas,
o ponen en sus manos caracolas y pétalos
como si fueran niños que dormidos
quedaron en sus juegos.
Finalmente, con leves movimientos,
abanican sus rostros muy despacio
y ahuyentan de sus labios las últimas palabras
dejándoles tan sólo los nombres de mujer...
Casi siempre suplican a los altos querubes
que trasladen sus almas con cuidado,
porque el mar dejó en ellas salobres arañazos,
golpes de barlovento, heridas abisales,
y en el más largo instante
vieron cómo sus vidas se alejaban, se hundían
en el temblor callado de las aguas,
y con sus vidas iba su memoria,
y en su memoria todo cuanto amaron
o pudieron amar,
                                      y su dolor fue grande...

Cumplida su misión, vuelan los ángeles
hacia las blancas ínsulas del sueño,
y los ahogados quedan
solitarios y espléndidos
en sus dorados túmulos de arena,
serenos como dioses,
                                            dignos en su derrota,
esperando que nazca la mañana,
que les cubra la luz,
que jamás les alcance
                                             el frío del olvido.

                                                          


© Antonio Porpetta. Autorizada su reproducción total o parcial, citando autoría. 



Aquí dejo el enlace a su página:

http://www.porpettablog.com


Entrevista a don Antonio Porpetta (Con versando con...)